
Murió un 17 de agosto de 1850, exiliado, con un dolor silencioso en el alma por la ingratitud de Argentina, Chile y Perú. Intereses de las Oligarquías latinoamericanas, ligadas al comercio con las potencias europeas lo querían lejos del sub continente. Por eso fue difamado, espiado y amenazado incluso con la cárcel, por el poder económico-político de nuestro país que había fusilado a Dorrego.
La historia Grande de Sudamérica, y del mundo, terminó dándole su verdadero lugar.
Viva Don José!! Viva la Patria!!